El consumo de frutos secos retrasa la aparición de algunas enfermedades
¿Es verdad o mentira?... ¡VERDAD!

Por su composición, los frutos secos son muy recomendables y pueden estar presentes en casi todas las dietas. Son alimentos grasos (aproximadamente un 50% de su composición de su composición son lípidos), lo que les hace muy energéticos, por lo que su ingesta debe ajustarse a las necesidades nutricionales y calóricas de cada individuo, aunque precisamente en esas grasas se encuentra la mayoría de sus aspectos positivos.
Su perfil lipídico nos ayuda a evitar el riesgo de enfermedad cardiovascular, ya que favorecen la reducción de los niveles de colesterol total y colesterol LDL (colesterol malo) y el mantenimiento o ligero incremento del colesterol HDL (colesterol bueno).
Es importante que procedan de la última cosecha y que estén bien conservados, para evitar que sus grasas se oxiden, pues a pesar de que la presencia de antioxidantes es importante, sobre todo de tocoferol (provitamina E), su alto contenido graso produce el enranciamiento que con frecuencia se aprecia en ellos. Esto, además de las consecuencias gustativas, anula los efectos positivos frente a la acción prejudicial de los radicales libres, especialmente nocivos para el sistema cardiovascular.
Son ricos en proteínas (entre el 14% y el 20%) y, aunque su composición aminoacídica es muy variable, todos contienen gran cantidad de arginina, principalmente las nueces, lo que se relaciona con la formación de óxido nítrico, un potente vasodilatador que dificulta, además, la agregación plaquetaria, ayudando a evitar la formación de ateromas en el interior de los vasos sanguíneos.