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Cómo las bacterias intestinales nos hacen engordar o adelgazar


La explicación de por qué a unas personas les cuesta más bajar de peso que a otras podría estar en las bacterias que tienen en la flora intestinal. GETTY IMAGES Image caption

Nuestro intestino contiene cerca de 100 billones de microbios, que se conocen de forma colectiva como microbioma o flora intestinal.

No existen dos personas cuyos microbiomas se vean exactamente iguales.

La flora intestinal es el resultado de lo que heredamos de nuestra madre al nacer, nuestra dieta, nuestro entorno y estilo de vida.

Está bien establecido que el intestino desempeña un papel en numerosos sistemas de nuestro cuerpo, incluyendo los vinculados a la digestión, el hambre y la saciedad, a través de múltiples mecanismos.

Pero, ahora, investigadores están empezando a descubrir diferencias específicas entre los microbiomas de los obesos y la gente delgada, y han comenzado a desarrollar tratamientos personalizados para perder peso basándose en estos descubrimientos.

Hay cientos de diferencias en el genoma humano que nos predisponen a la obesidad -la cual aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y diabetes de tipo 2-, un problema que está aumentando en la mayoría de los países del mundo.

Estudios con mellizos han demostrado que la obesidad tiene un índice de heredabilidad de entre un 40% y un 75%.

Esto significa que hay espacio para que entren en juego factores externos.

Pero mientras que hay muchas diferencias en las bacterias del intestino que pueden influir en el peso, científicos no entienden por qué, o incluso cuánto depende de los genes.

Diferencias en las bacterias

Algunas personas a dieta tienen más dificultad para perder peso que otras, a pesar de que siguen los pasos, y esto puede deberse a las bacterias en los intestinos.

Específicamente, a las enzimas que tienen dentro.

Algunas bacterias intestinales son más eficientes a la hora de tomar energía de los carbohidratos, y eso hace que sea más fácil ganar peso. GETTY IMAGES Image caption

"Lo que comemos nos llega a nosotros y a las bacterias dentro de nuestro intestino, que digieren parte de la comida que nosotros no podemos por falta de enzimas", explica Purna Kashyap, profesor asociado de la Clínica Mayo, y director del laboratorio Gut Microbioma.

"Estos procesos generan calorías adicionales que la flora intestinal puede devolvernos. Por eso es una relación de mutuo beneficio en la que la bacteria nos da más provecho por lo que comemos", dice.

Kashyap investigó si al cambiar a una dieta de bajas calorías las bacterias de la microbiota pueden ser más eficientes en tomar calorías de la comida, algo que sería útil cuando hay poca comida, pero podría afectar la pérdida de peso.

En un estudio piloto, 26 participantes hicieron una dieta de bajas calorías rica en frutas y vegetales, y algunas personas no perdieron tanto peso como otras.

Un análisis de su flora intestinal reveló que los participantes tenían distintos niveles de dos tipos particulares de bacteria, y una de ellas, dialister, afectaba de forma negativa la pérdida de peso.

En aquellos que no pudieron perder peso, esta bacteria podía procesar carbohidratos y usar su energía más eficientemente, dice Kashyap.

Sin embargo, aclara, solo una fracción de la pérdida de peso puede ser controlada por estos microbios.

"Tiene sentido desde el punto de vista biológico que la bacteria pueda ser un impedimento, pero pueden jugar un rol pequeño ya que solo producen un número reducido de calorías".

La importancia de la diversidad

Si bien el estudio no pudo determinar de dónde viene la bacteria Dialister, una investigación mostró que algunas bacterias que provienen de nuestra dieta pueden de forma indirecta provocar un aumento de peso al cambiar el comportamiento de nuestra flora.

Investigadores analizaron el plasma sanguíneo y muestras de materia fecal de 600 personas obesas y no obesas y encontraron 19 metabolitos diferentes vinculados a cuatro tipos de bacteria de la flora intestinal que podrían generar aumento de peso, incluyendo glutamato, vinculado a la obesidad, y aminoácidos ramificados básicos y esenciales (BCAA, por sus siglas en inglés), asociados con una secreción elevada de insulina y riesgo de diabetes tipo 2, así como de enfermedades cardiovasculares.

Estos metabolitos pueden en parte estar determinados por el consumo de carne, según la investigadora Louise Brunkwall.